En el marco de la invitación realizada por del proyecto “Más que Juanitas” de la Iniciativa Global por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entrevistamos a cinco defensoras ambientales, con el objeto de adentrarnos a partir de sus propias experiencias en la intersección que existe entre género y medio ambiente.
La conversación profunda con estas luchadoras del territorio, nos llevó a entender que las motivaciones para defender el medio ambiente pueden y deben ser analizadas con y desde una perspectiva de género. En ella se imbrican dos ámbitos que en ocasiones carecen de diálogo: la protección del medio ambiente y los derechos de la naturaleza, por un lado; y los derechos de la mujer, el aseguramiento de espacios de autonomía y libres de violencia, por otro. En ese sentido, el desafío de incorporar las complejidades de la interacción de ambas vivencias es fundamental para consolidar un sistema de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales sólido en la Convención Constitucional.
Si bien el espacio de este texto es demasiado breve para poder plasmar en detalle las diferentes experiencias de cada una de ellas (asociadas a las distintas cosmovisiones y dolores que enfrentan) hay ciertos elementos que se repiten sin importar el tipo de conflicto ni el lugar físico en el que se encuentran. Por ejemplo, la relación entre los roles de cuidado históricamente designados según género y la capacidad de observar los impactos del sistema en el medio ambiente y la salud de la comunidad. Asimismo, apreciamos que existe un concepto integrado en el actuar y pensar de cada una ellas, que se orienta hacia la máxima del “buen vivir” y la exigencia de respetar la dignidad de la comunidad en la cual se encuentran insertas. Esa dignidad tiene una estrecha relación con el cuidado del medio ambiente tanto para las generaciones presentes como futuras.
Antes de comenzar la revisión de las entrevistas, queremos agradecer a Luzma, Liliana, Beatriz, Verónica y Leticia por la confianza y disposición a conversar con nosotras. Sin duda, el análisis de los elementos identificados bajo el prisma de la intersección entre género y medio ambiente requiere de más profundidad para abarcar todo lo que implica ser mujer y defensora ambiental. Sin embargo, esta pincelada puede ser el inicio de un trabajo más acabado.
Luz Marina y Liliana. Integrantes y dirigentas de Ojos de Mar, organización que se ha volcado a la protección del humedal de Llolleo, comuna de San Antonio, frente a la expansión portuaria, reivindicando un modelo de desarrollo integral y sostenible para la ciudad. Ambas son madres y Liliana , a su vez, se encarga del cuidado de su madre.
Beatriz. Reside hace 24 años en Puerto Natales, en Magallanes, se dedica al turismo de naturaleza y aventura. Desde ahí, lucha contra la imposición de una idea de desarrollo agresivo para el medio ambiente y basado en la potencialización de la salmonicultura, en oposición al turismo sostenible.
Verónica. Dirigenta vecinal histórica de zona de Cerro Chuño en Arica. Comenzó su lucha exigiendo una vivienda digna. Con el tiempo ello se transformó en una lucha por justicia y por la erradicación de los residuos tóxicos alrededor de los cuales el Estado construyó casas de vivienda social en las que habitó junto a 879 familias afectadas.1 Es madre de cuatro hijos y producto de la contaminación por polimetales hoy posee miastenia gravis; una enfermedad degenerativa.
Leticia. Es integrante de las Comunidades Kawésqar por la Defensa del Mar, agrupación que reúne, a su vez, a tres agrupaciones de familiares Kawésqar quienes reivindican sus saberes ancestrales y defienden su territorio histórico en Magallanes. Su principal amenaza es el avance de la salmonicultura. Es madre de un hijo.
Para Luzma, históricamente las mujeres han estado excluidas de los espacios de participación. Cree que eso las motiva hoy a aprovechar cada instancia de empoderamiento y de justicia, como sería la defensa del territorio. Para ella, tanto la naturaleza como las mujeres han sido desprovistas de derechos. Beatriz coincide y sostiene que “la mujer se encuentra invisibilizada igual que la naturaleza por la dominación patriarcal”. Lo anterior es coherente con algunas propuestas ecofeministas, dentro de ellas Alicia H. Puleo, quien sostiene que tanto las mujeres como la naturaleza han sido invisibilizadas y explotadas por un modelo político, social, económico y cultural hegemónico que, para su rentabilidad, requiere invisibilizar la producción de valor de los trabajos de cuidado y de la naturaleza.2
A pesar de lo anterior, todas las entrevistadas identificaron una mayor presencia de mujeres en sus organizaciones. En el mismo sentido, los cargos representativos –o bien las decisiones dentro de las organizaciones– también recaen mayoritariamente en mujeres. Estos fenómenos han recibido diversas explicaciones: hay quienes lo fundamentan en las labores específicas que ejercen ciertas mujeres en sus comunidades que implican un contacto estrecho con la naturaleza (como es el caso de temporeras o campesinas).3
Otra explicación indica que la protección del medio ambiente viene significado por el rol de género asociado a los diversos cuidados (de la familia, de los vecinos y vecinas) que, históricamente, ha recaído principalmente en mujeres, situación que las llevaría a identificar de manera más inmediata los problemas del entorno, así como a visibilizar alternativas de solución al problema.4
Este es el caso de Verónica, Liliana y Luzma en el que la maternidad jugó un rol fundamental en la motivación por la defensa del medio ambiente. Aquello fue también evidente en el conflicto socioambiental de contaminación por polimetales en Arica, del que Verónica es activista, donde el conocimiento doméstico proveniente de la maternidad5 fue crucial para rebatir la opinión de expertos de la salud, quienes inicialmente negaron una vinculación entre los síntomas manifestados por las personas y la presencia de polimetales.6 En el mismo sentido, los motivos de Liliana se vinculan con las actividades deportivas de su hija y marido. Luzma, por su parte, plantea que una razón para proteger el medio ambiente es lograr que su hijo crezca en un lugar que deje de ser la ciudad “postergada” que es San Antonio, en la que las únicas oportunidades laborales se encuentran en el puerto.
Según Luz Marina, San Antonio es una ciudad que depende fuertemente del puerto, y habría una división sexual del trabajo notoria al emplear principalmente mano de obra masculina. Para ella, el puerto además contribuye a generar malas condiciones de vida, problemas de salud mental y enfermedades oncológicas, e identifica impactos que recaen sobre todo en mujeres producto del aumento en la carga de cuidados: más gente estresada, niños inquietos y angustiados, así como mujeres deprimidas.
Para Liliana, también de San Antonio, la forma de enfrentar el conflicto entre hombres y mujeres es diversa. Sostiene que “los hombres en Llolleo están más preocupados del trabajo que les entrega el puerto”. En contraposición, ella cree que impulsar otro tipo de empleos, pensados para el buen vivir y no únicamente para la producción, como sucede con el turismo –sector relacionado con el cuidado del medio ambiente y el entorno en general— son alternativas viables a la expansión del pueblo.
Por otro lado, Verónica ha sido testigo de cómo parte de la sintomatología y enfermedades provenientes de la contaminación por polimetales en Arica, recaen exclusivamente en mujeres y/o su condición de madres: como el aumento en la pérdida de embarazos, abortos espontáneos y el aumento en el cáncer de mama, malformaciones en fetos y en recién nacidos.7 A nivel general, proliferaron las alergias, dolores de cabeza, problemas en articulaciones y huesos, el aumento en los problemas de concentración en la infancia, lo que significó además un aumento en la carga de cuidados para las mujeres y madres de las comunas afectadas.
Así, se evidencia que las afectaciones que provienen de la contaminación del medio ambiente no sólo tienen consecuencias en el plano físico,8 sino también en las labores de cuidado que suelen aumentarse en el caso de las mujeres.9
En la región de Magallanes, las razones que llevaron a Leticia a defender su territorio guardan relación con su pertenencia al pueblo Kawésqar. El Pueblo Kawéqar mantiene una histórica y estrecha vinculación material y espiritual con el territorio que Leticia define como “un continuo que va y viene”, sobre todo con el mar, el Jautok. La expansión de la salmonicultura y la afectación de los mares y del territorio ancestral Kawésqar por esta actividad, es el fundamento principal de las acciones de defensa del territorio de Leticia y de las Comunidades Kawésqar por la defensa del Mar. A diferencia de las otras defensoras, en el relato de Leticia destacan razones de índole comunitario y de subsistencia de la cosmovisión Kawésqar como fundamento para la protección del medio ambiente.
De los relatos de las cinco entrevistadas, queda en evidencia que la defensa del territorio se encuentra determinada de forma especial por el hecho de ser mujer, ya sea en los motivos que poseen al momento de defender el medio ambiente, en sus experiencias como defensoras y mujeres, e incluso en los impactos percibidos al momento de enfrentar proyectos extractivos.10 Si bien en el caso de Leticia existe una aproximación especial dada su vinculación ancestral con el territorio, el cuidado –y dentro de ello, la maternidad– viene a ser relevado como una dimensión fundamental en los motivos por los cuales se ingresa y en el cómo se experimenta la defensa del territorio.11
Lo anterior se inserta en un escenario de crisis social, ecológica y climática en el que vivimos, en parte, como resultado de un sistema económico capitalista, que prioriza la rentabilidad por sobre la mantención de la vida.
La base de este sistema es pensar la sociedad en términos duales y jerárquicos: femenino/masculino, naturaleza/cultura, sentimiento/razón. Este sistema de pensamiento genera oposiciones ficticias y funcionales a un sistema que desvaloriza a las mujeres y aquello históricamente asociada a ella, la Naturaleza, los sentimientos, los cuidados y el cuerpo; en desmedro de los masculino, al que se asocia lo productivo, la razón y la cultura.12
Dicha forma de concebir la sociedad ha derivado en un modelo extractivo que invisibiliza todos aquellos aspectos que mantienen una vida que no sean considerados como el “trabajo que genera la riqueza”, que vendría a ser la única labor considerada “productiva”.
Es así, como, por un lado, no se consideran las labores de cuidados, como es la asistencia a un pariente enfermo o la crianza; este tipo de trabajos, son excluidos del mercado por ser considerados accesorios y naturalizados en el rol de las mujeres, o bien, en el caso de ingresar al mercado, son infra-valorizados y/o precarizados. En particular, en el caso de las defensoras ambientales, a pesar del rol fundamental que cumplen para la protección del medio ambiente, el contexto en el que se realiza la defensa del medio ambiente no es uno de igualdad, sino de invisibilización, discriminación estructural y violencia hacia la mujer. En ese último sentido, de acuerdo con el Informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, las mujeres pueden enfrentar amenazas específicas de género, incluida la violencia sexual para disuadirlas de su defensa ambiental.
Por otro lado, nuestro modelo económico y productivo somete el destino del medio ambiente al crecimiento de una sociedad que prioriza la extracción de los denominados “recursos naturales”, sin considerar los ciclos y límites de la naturaleza. Asimismo, se invisibiliza –al igual que el trabajo de cuidados– todas aquellas funciones ecosistémicas que no son convertibles en recursos económicos.
En este contexto se propone, en primer lugar, el reconocimiento de las labores de cuidados que realizan mujeres y de la labor de protección ambiental de defensoras ambientales. En segundo lugar, un sistema sólido de derechos que tienda a fortalecer la autonomía de las mujeres, que garantice su participación en la toma de decisiones y una vida libre de violencia. En tercer lugar, el establecimiento de garantías que aseguren el carácter intrínseco de la naturaleza en tanto sujeto de derechos y el respeto por las futuras generaciones, son fundamentales para avanzar en una nueva relación de igualdad e interdependencia entre las personas, y de estas con la naturaleza. Finalmente, es fundamental el reconocimiento de los derechos de pueblos indígenas que aseguran la autonomía y subsistencia de sus cosmovisiones, así como la vinculación con sus territorios.
* Macarena Martinic es abogada área Acceso a la Justicia de ONG FIMA.
1 Respuesta Misión Permanente de Chile ante la Oficina de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales a la Comunicación Conjunta AL CHL1/2021 del 23 de marzo de 2021 de la Relator Especial del Alto Comisionado de Derechos Humanos.
2 Puleo, Alicia. Ecofeminismo. Para otro mundo posible. Madrid: Ediciones Cátedra (2011). Isbn 843762729x.
3 De acuerdo con una publicación del PNUD, las mujeres se hacen cargo de entre un 50% y un 80% de la producción de alimentos en el mundo. Ver informe en línea: https://portals.iucn.org/library/efiles/documents/2020-002-Es.pdf.
4 Zambra Álvarez, A., & Arriagada Oyarzún, E. (2019). Género y conflictos socioambientales: Una experiencia de investigación-acción participativa con mujeres dirigentes. Revista de Sociología, 34(1), 147-165. doi: 10.5354/0719-529X.2019.54270.
5 Arriagada se refiere al concepto de “politización de la maternidad” cuando una mujer que no se encuentra involucrada en un conflicto sociopolítico, lo realiza cuando su familia se encuentra en riesgo. En: ARRIAGADA, Evelyn. Las madres del plomo. pp. 6.
6 Arriagada, Evelyn. Las madres del plomo. [en línea] DOI:10.1007/978-3-030-21402-9_7. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/334399661_Las_madres_del_plomo_Women’s_Environmental_Activism_and_Suffering_in_Northern_Chile pp. 9.
7 Castillo Gallardo, Mayarí. Desigualdades socioecológicas y sufrimiento ambiental en el conflicto “Polimetales” en Arica. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol. 23, núm. 72, septiembre-diciembre, 2016, pp. 89-114 Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México, pp. 95.
8 Según un estudio realizado por Carmen Valls, las mujeres son más vulnerables y acumuladoras de agentes tóxicos y existe una relación entre estos y el aumento del cáncer de mama , pudiendo concluir entonces que este tipo de situaciones asentuan la desigualdad subyacente en las mujeres que viven en los territorios impactados. Ver en: [https://www.ecologistasenaccion.org/162572/video-ecofeminismo-salud-ambiental-y-genero/].
9 En las zonas impactadas por la crisis climática y ecológica existen labores o cargas que han recaído y recaen hasta desigualmente en mujeres. Un ejemplo de estas labores se da en el caso del agua y de la provisión de esta a las familias, donde según datos las Naciones Unidas una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre, siendo las mujeres y niñas quienes pasan la mayor cantidad de tiempo desplazándose en búsqueda de agua. Ver en línea: https://www.acnur.org/5c93e4c34.pdf [última revisión: 20/09/2021].
10 Zambra Álvarez, A., & Arriagada Oyarzún, E. (2019). Género y conflictos socioambientales: Una experiencia de investigación-acción participativa con mujeres dirigentes. Revista de Sociología, 34(1), 147-165. doi: 10.5354/0719-529X.2019.54270.
11 Ibíd.
12 Puleo, Alicia. ¿Qué es el ecofeminismo? Revista crítica. Enero 2007, Nº 941,. pp. 52.