Madre Nativa es una organización autónoma y feminista, sostenida desde Arica, en el extremo norte de Chile. Trabajamos promoviendo la protección de los derechos sexuales reproductivos y no reproductivos de las mujeres y disidencias. Desde aquí hemos levantado la lucha por partos respetados y la erradicación de la violencia gineco–obstétrica en todo el ciclo vital, proponiendo la autogestión en salud y la justicia reproductiva como herramientas para exigir nuestros derechos.
Aunque la violencia gineco-obstétrica es un tipo de violencia de género en espacios de atención biomédica, es preciso comprender el problema desde la interseccionalidad que atraviesa nuestras vidas y nuestra salud. En este sentido, no sólo considera el derecho a la salud, sino también el derecho al agua, la alimentación, el saneamiento, el trabajo, la vivienda, el derecho a vivir la propia cultura, educación, información, a vivir en un ambiente libre de contaminación, sin discriminación. Es un problema que involucra la desprotección de nuestra salud durante toda la vida y en todos los aspectos de ella.
Cuando nos preguntamos, ¿Cómo la nueva Constitución puede mejorar las experiencias de vida de las mujeres en Chile en relación a la salud y la patologización de nuestro ciclo vital?, nos enfrentamos a una lenguaje jurídico que no siempre es de fácil comprensión, no lo es desde su significado, ni tampoco desde las acciones, por eso, hemos resuelto comprenderlo desde las motivaciones que tiene nuestro activismo. Frente a la posibilidad de una nueva constitución escuchamos sinónimos como “la carta magna” o “la ley madre”, la cual guía y desde la cual surgen todos los conjuntos de leyes que delimitan el poder político, y que al mismo tiempo, protegen los derechos de todas las personas que componen una nación. ¿Y si lo pensamos como una matriz, una “ley nativa”, desde dónde nacen y provienen todas las leyes ciudadanas, creadas por y para las personas que comparten un mismo territorio-nación?
Y aunque va tomando sentido para nosotras, sigue siendo abstracto, ¡es tan importante visualizarlo en algo concreto! Porque las experiencias de la vida son concretas, son hechos, situaciones vividas, y si una Constitución va a normar esas experiencias para mejorarlas, primero debe conocerlas desde sus particularidades y excepciones únicas e irremplazables, para luego, volverlas concretas, reales y palpables.
Desde aquí, desde la experiencia compartida de mujeres que hemos sufrido y visto como opera y afecta la violencia gineco-obstétrica en nuestros cuerpos y nuestras vidas, desde un territorio cuerpo-biografía que hemos explorado como una nueva forma de pensar y pensarnos madres y mujeres en esta sociedad, desde el territorio físico-histórico donde nos cruzan las culturas, el centralismo, la contaminación y el despojo. Desde aquí le damos una forma concreta a una constitución, los fundamentos paridos de una madre. Pero, ¡no la madre del sacrificio y la pureza! Sino, la madre indómita y colectiva.
Cuando nos pensamos indómitas y colectivas, nuestra salud es un territorio activista que debe ser conquistado y recuperado. Por mucho tiempo la biomedicina ha expropiado nuestros saberes y se ha enfocado en enfrentar las enfermedades homologando las experiencias individuales y colectivas a partir de normas técnicas o procedimientos estándar para controlar y prevenir las enfermedades. Pero la salud, nuestra salud, es transversal a la enfermedad, la salud atraviesa nuestras vidas y los territorios donde hemos experimentado nuestras vidas.
Los procesos naturales de nuestras vidas han sido patologizados e influenciados por una mirada vulgar occidentalizada y mercantilista, una visión que autoriza a la biología explicar lo que nos pasa, y nos desautoriza e infantiliza en nuestras propias experiencias. Es una lectura patriarcal de nuestra salud y nuestro ciclo vital. Nuestros partos son controlados por médicos/as y matronas/es que deciden cómo debemos parir, cuándo debemos pujar y con quien podemos estar. Nuestros abortos son castigados y denunciados en los hospitales, por miedo preferimos no ser atendidas, por abortar somos criticadas por cualquier profesional de la salud que quiera opinar. Nuestro dolor es visto como una “exageración propia femenina”, normalizando síntomas como el dolor menstrual. La sexualidad es suprimida y reemplazada por la reproducción, el mal llamado sistema reproductor es un sistema sexual, la mal llamada salud reproductiva es un evento sexual, la maternidad, el parto, el aborto, la menstruación, la plenopausia son eventos sexuales, implican los mismo órganos y actividad hormonal que una relación sexual, pueden ser placenteros y ser momentos de disfrute orgásmico, como puede serlo el sexo, el erotismo y el autoplacer.
En Madre Nativa, hemos desarrollado un ciclo de talleres donde evocamos el autodescubrimiento del cuerpo, las emociones, el movimiento, la vida, mediante la autoexploración individual y colectiva. Buscamos posicionarnos de manera horizontal a la medicina y autogestionar nuestra salud, como una herramienta propia de conocimiento, donde la medicina es la consultada y nosotras sujetas activas de nuestra salud. Desde ahí se desprende el derecho y la facultad de exigir mis derechos, porque sé lo que necesito y valido mi conocimiento.
En este sentido el derecho no es una garantía, tampoco lo son la “carta magna” o “ley madre”. No obstante, si la gestación de esta constitución esta siendo reflexionada desde una madre indómita y colectiva, entonces nos dará las directrices concretas para que nosotras podamos autogestionar nuestra salud y exigir nuestros derechos.
El derecho a autogestionar la salud es: